Topar con los límites
Topar con la realidad de tus propios límites puede producir
desasosiego, cansancio y tristeza. Ante la inmensidad de la existencia sientes
el vértigo de tu finitud. Eres consciente de que estás hecho de carne y hueso,
y que el vacío, la muerte, la soledad, muchas veces convierten la vida en un
camino con un horizonte oscuro.
Sentir dentro de ti mismo la fragilidad humana causa
inquietud. A veces te pierdes en un laberinto, sin saber cuál es la salida o la
solución a un problema sobre el que das vueltas y vueltas. Crees avanzar, pero
te das cuenta de que todavía queda mucho por recorrer, descubrir, cambiar. Sumergirte
en el misterio de tu propio yo es una aventura que muchas veces te sitúa ante
un cruce de caminos y no acabas de saber cuál es la dirección apropiada. Son
muchas las posibilidades y todas parecen buenas, pero siempre hay una incertidumbre
última. ¿Voy por el camino correcto?
¿Qué hemos de aprender para que se culminen nuestros sueños?
¿Nos conocemos de verdad? ¿Qué parte de nosotros quiere seguir en la penumbra,
que nos dificulta dar el paso definitivo? En la búsqueda de nuestra auténtica
identidad se nos hace patente nuestro pasado y una actitud hacia el futuro.
Pero ¿vivimos el presente real? ¿Qué nos falta por descubrir? Asumir la
realidad significa afrontar los miedos y vencer la arrogancia y la inseguridad.
¿Por qué cuando hay dificultades nos detenemos? Nos da miedo
descubrir que todavía somos inmaduros, que nos falta una profunda aceptación,
ya no solo de nuestras limitaciones físicas y psíquicas, sino de nuestra falta
de agallas para ser, de una vez, dueños de nosotros mismos.
El gran desafío
El gran desafío es penetrar en el propio abismo y abrazar
nuestra existencia con todas sus luchas, heridas y cicatrices. No somos
Superman. Todos estamos llenos de agujeros, por eso necesitamos aparentar que
somos perfectos. Nos incomoda aparecer vulnerables ante los demás. Estamos tan
acostumbrados a teatralizar nuestra vida que no sabemos ver y aceptar la
realidad tal como es y nos fabricamos mundos paralelos porque asomarnos a la
realidad nos produce pánico. Por eso nos esforzamos en parecer lo que no somos,
porque en el fondo no nos aceptamos y nos afecta terriblemente lo que la gente
opina de nosotros. Todavía no hemos puesto los límites entre lo que somos y lo
que la gente piensa de nosotros. Este desequilibrio y esta falta de realismo
existencial hacen que nos estanquemos y acabemos por caer en una
autocomplacencia que nos resta fuerzas y ganas de seguir por los senderos que
nos llevarán a la plenitud del ser.
Por eso hay que seguir caminando, a veces en la oscuridad de
la noche, por el árido desierto de la vida. Hay que seguir avanzando hacia la
orilla, aunque a veces parezca que el faro que nos guía se apague. Hay que
seguir, aunque atravesemos tupidos bosques cuyos árboles no nos dejan ver la
luz. Al final descubriremos que, cuando nos adentramos más en nosotros mismos,
encontraremos la calma después de la tempestad.
Estamos tan ensimismados con nuestras cosas que no vemos el
faro que brilla en nuestro interior. Hemos dejado de creer en todas nuestras
potencias humanas y nos empequeñecemos, pensando que no seremos capaces de
descubrir la grandeza que hay en cada uno de nosotros.
Levantarse, ver la luz
El faro eres tú mismo pero te asusta saber que tienes tanto
potencial de luz y piensas que si te pierdes en la noche es porque no hay faro.
Cuando decides, libremente, levantarte después de una caída,
misteriosamente ocurre algo: el error se convierte en una experiencia
iluminadora. Quizás vuelvas a caer. Pero empezarás a ampliar tu grado de visión
interior. Gozarás de una lucidez y una certeza más allá de lo intelectual y lo
psicológico. Empezarás a tener una serenidad y una paz que las próximas
dificultades y caídas no te podrán quitar. Porque la lucha forma parte de tu
crecimiento. Caer ya no es una derrota sino una lección más de la que aprender.
El día, la noche, la calma y la paz están en ti. Solo te
falta ser decidido, valiente y no temer a nada ni a nadie. En ti hay toda la
fuerza necesaria para encontrar el camino cuando estás perdido. Solo desde la
aceptación humilde de tu realidad, abrazándola con todas tus fuerzas, saldrás del bache. Nada se interpondrá entre
ti y tus esperanzas, sueños y objetivos. Ni siquiera tú mismo, porque por fin
habrás firmado la tregua más difícil. Tus miedos, tus inseguridades, tus
limitaciones, nada podrá detenerte, ni siquiera las caídas, los golpes, las
cicatrices, las equivocaciones, porque has llegado a la máxima madurez:
reconciliarte contigo mismo. Y esto será el inicio de tu libertad.
Parece extraído de un libro de autoayuda,donde está Jesucristo en este escrito?
ResponderEliminarEn el cristo viviente q experimenta el ser q escribe.
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