Aceptar el pasado
De nosotros depende decidir hacia qué destino o meta
queremos dirigirnos. Cuando no asumimos el pasado como parte de nuestra vida
estamos negando nuestro crecimiento. Equivocarnos es parte de ese proceso,
aunque en algún momento haya sido inconsciente. Cuando miramos por qué nos
hemos equivocado, comprendemos que esto condiciona nuestro presente y quizás el
futuro.
Aprender de todos los errores, guerras, conflictos y
rupturas, incluso del mal del que no tenemos culpa, es necesario para evitar
que esto vuelva a ocurrir en el presente. Incluso asumiendo sus consecuencias,
por muy duro que sea.
En el mundo se han sucedido acontecimientos muy graves que
sin duda han marcado nuestro presente. Hay que lanzar una mirada reconciliadora
hacia aquellos hechos de los que no somos responsables, porque, sin ellos, no
podríamos concebir nuestra existencia hoy. Pero ya no sólo me refiero a lo
sucedido en nuestra familia antes de que naciéramos, ni en la historia, en los
siglos anteriores. También me quiero referir a nuestro presente y a nuestra
vida personal, a lo que somos ahora y a nuestras decisiones.
Está claro que lo que yo piense, crea, sienta y decida va a
determinar lo que soy ahora. Con el tiempo, y con la madurez, me daré cuenta de
los infinitos errores que he cometido, y eso también me ha marcado una
dirección. En mi construcción personal no sólo me marca el pasado, sino las
decisiones que he ido tomando a lo largo de mi vida. Lo que decidí de adolescente,
de joven o adulto, define mi personalidad y lo que soy ahora, en estos
momentos.
Asumir los riesgos
La vida está llena de sucesos concatenados, de aciertos y
errores. La clave es asumir que en toda toma de decisiones siempre hay un
riesgo, pero es necesario dar el paso para no quedar paralizados. A veces
estamos orgullosos de lo que hemos hecho o decidido; otras veces nos
arrepentimos y nos duele. Pero, desde un punto de vista más existencial que
psicológico, el error deja de ser error si las decisiones o las situaciones que
se crean han significado una profunda lección en nuestra vida. Si esto ha
contribuido a abrirnos los ojos al crecimiento interior, aunque haya sido
pagando un precio muy alto; si el dolor ha servido para mirar más allá y
cambiar de rumbo para mejorar la calidad de nuestra vida, ha valido la pena.
El ser humano está en una evolución constante. A veces
equivocarnos nos ayuda a ser mejores después. Detener este proceso hace que
nuestra identidad quede fragmentada. El ser humano anhela el paraíso, pero
necesita continuos impulsos para salir de su propio pantano interior. Esta es
la dinámica: mirar hacia lo alto sin renunciar a su naturaleza frágil, porque
aceptar su propia condición, indigente y mortal, forma parte de su crecimiento.
Asumir esto es la mejor manera de evitar navegar sin rumbo hacia ninguna parte.
Sólo cuando somos capaces de abrazar el pasado y el presente
con humildad, sin resentimiento, ni lacras, ni ataduras, podremos
reencontrarnos con nosotros mismos y empezar a entender que, más allá de los
condicionamientos hay una realidad que forma parte, intrínsecamente, del ser
humano, que es el alma. Su capacidad de trascender nos ha de hacer conscientes
de que tenemos un vínculo ulterior que da razón a toda nuestra existencia. Es
Dios, una realidad que da sentido hondo a la vida.
Cuando el ser humano se abre al infinito, cultivando su dimensión religiosa, sintiéndose vinculado a algo superior, renacerá. La historia, el pasado, los errores, no serán impedimento para vivir con intensidad la vida.
Esto es importante: todos estamos condicionados por el pasado, eso es innegable, pero nuestra alma es libre. Siempre podemos elegir. Y si aceptamos nuestro "equipaje" heredado, lo haremos con paz. ¡Gracias!
ResponderEliminarEste artículo da para mucho más que sólo releerlo varias veces, podría ser un “módulo” de filosofía donde en un lugar abierto. Ejemplo: bajo una morera, un grupo de personas discuten y meditan sobre el mismo.
ResponderEliminarRetengo esta frase tuya: ”Lo que decidí de adolescente, de joven o adulto, define mi personalidad y lo que soy ahora, en estos momentos.” Si no lo hubieras desarrollado después, con estas otras: “El ser humano está en una evolución constante.”. “Detener este proceso hace que nuestra identidad quede fragmentada.”. “Es Dios, una realidad que da sentido hondo a la vida.” que son frases como sentencias que aclaran nuestra conciencia, podría discutirlas, sobre todo la primera, pues, la evolución natural de todo individuo debe ir acompañada del ritmo que le marca la vida y “sus circunstancias”, y no deberíamos quedarnos atrapados en ese pasado que no nos gusta y ya, en la madurez, lo vemos con otra mirada diferente. Si hasta lo decía Cervantes: “La costumbre es otra naturaleza, y el mudarla se siente como la muerte”.
Y como somos seres en constante desarrollo físico e intelectual tu frase última (de la que destaco)aclara cualquier duda.
Y yo culmino con otra de los grandes: “La filosofía fue el medio de que se sirvió Dios para revelárseles” (San Pablo a los Romanos 1, 19,). Puesto que este artículo va de eso... ¿o no?